25/07/2016 | Historia

Tres momentos claves en la ganadería argentina

Durante exposiciones como La Rural de Palermo el campo se acerca a la ciudad. Agroindustria te ofrece tres relatos sobre la cría de animales en el país.
Los primeros toros de pedigree

El ejemplar de primera raza mejorada introducida al país fue el toro Tarquino, animal de raza la Shorthorn proveniente del norte de Inglaterra. Fue traído por el ganadero John Miller, hombre cercano a Juan Manuel de Rosas. Así se abrió una etapa que duró casi tres décadas de mejoramiento genético de los ejemplares criollos. Tuvo que pasar una considerable cantidad de tiempo para que vuelvan a introducirse nuevas razas. Luego de la batalla de Caseros se llegó un ejemplar Hereford llamado Niagara y un toro Aberdeen Angus de nombre Virtuoso. Los tres ejemplares hoy son parte de la etiqueta de un famoso whisky nacional.
En 1880 el presidente Julio Argentino Roca introdujo los primeros ejemplares de raza Holstein-Frisia desde los Países Bajos, con un doble propósito: mejorar la producción de carne y leche. Estos animales dieron inicio a las ya emblemáticas holando argentino. Gracias al impulso de la exportación de carnes enfriadas, el campo ganadero se convirtió en gran laboratorio zootécnico. Entrado el siglo XX razas como Brangus permitirían mayor adaptabilidad a los climas cálidos como los del norte y centro de Argentina.


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La fiebre del lanar

La primera mitad del siglo XIX la cría de ovinos había sido una actividad marginal en la provincia de Buenos Aires a comparación de lo que ocurría con la producción vacuna. Sin embargo para 1851, la lana ocupaba el 10,3% de las exportaciones de la provincia. En los años subsiguientes se daría la llamada "fiebre del lanar" y harían que el crecimiento de esta actividad se volviera fundamental. Distintos factores como la Guerra de Crimea (1853-1856) y un mal ciclo económico en Estados Unidos hicieron que los precios internacionales de la lana se disparasen. El principal destino de la lana bonaerense era el puerto de Amberes, en Bélgica. Esta ciudad se había convertido en uno de los centros textiles más importantes de Europa. Otros destinos de exportación fueron Inglaterra y Francia, que utilizaban la lana para los uniformes de sus soldados.
La producción de ovejas en Buenos Aires ayudó a poblar sectores del territorio que hasta el momento habían sido improductivos mientras la principal actividad de la región fueron los saladeros. Incluso permitió que ganaderos más modestos -inmigrantes vascos e irlandeses, pastores por excelencia- se introdujeran en una actividad hasta ese momento latifundista. Con los años esta expansión se tradujo en más producción en la Patagonia, Corrientes y otras provincias con características propicias para los ovinos, especialmente para la raza merino. Para 1880 los saldos exportables de la provincia perdieron rentabilidad, y la agricultura comenzaba a tomar preeminencia junto con las exportaciones de carne vacuna enfriada. Las ovejas se instalaron al sur del Río Colorado.





El alambrado doma la pampa


Franz Halbach Schmidt, comerciante, industrial y Consul General del Reino de Prusia, fue el primer estanciero en alambrar una estancia argentina. El establecimiento se llamaba Los Remedios y se ubicada en Matanzas (hoy Ezeiza). Este avance llamó la atención del presidente Domingo Faustino Sarmiento que inmortalizó la frase "alambren, no sean bárbaros". El alambrado era un sinónimo de progreso, de patrimonio definido, un fin a una pampa de nómadas sin destino. Así, por iniciativa de Sarmiento, el Congreso Nacional dio facilidades para que los propietarios de tierras pudieran cercar sus campos. De a poco se fue dejando de lado formas de impedir que se mezcle la hacienda como las zanjas, que a su vez también eran utilizadas para repeler los malones. Se estima que para 1902 había unas 400.000 hectáreas delimitadas por alambre.











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