02/01/2017

La esperanza en lo profundo del suelo

Te contamos un día de trabajo en Pozo Nuevo, una localidad en el extremo norte de Córdoba donde Agroindustria, desde la Secretaría de Desarrollo Territorial, impulsó la realización de perforaciones de agua para la población de la localidad y emprendimientos productivos. A lo largo de 2017 las obras de trasporte de agua seguirán adelante.
El camino que separa San Francisco del Chañar de Pozo Nuevo está rodeado de talas, molles, algarrobos, cactus, mistoles y chañares. El asfalto de la ruta 22 desaparece y una telaraña de caminos vecinales forma el acceso obligado a una comuna que apenas alcanza los doscientos habitantes. Son 38 kilómetros de tierra que se conducen despacio en suaves subidas y bajadas sobre un constante suelo ondulado por el serrucho que queda luego de que se baja la cuchilla de la maquina vial.




El equipo de Agroindustria llegó de noche y se encuentra en el inicio del pueblo a los edificios que representan la presencia del Estado en su versión más primaria: un salón de usos múltiples que llaman "la Comuna", la Iglesia y la subcomisaria, todos a lo largo de una cuadra. En la vereda de enfrente una guardería con tres habitaciones para las visitas oficiales. La subcomisaria y la guardería están adornadas con modestas luces navideñas: estrellas de Belén y carteles de no más de un metro de ancho. La calle sigue y se dobla en una suerte de pequeña avenida rodeada de un puñado de casas dispersas, en el centro un viejo tanque cónico para agua construido en piedra hace las veces de monumento de plaza principal. A las dos de la mañana la brisa es fresca y seca, el cielo limpio muestra en todo su esplendor a las tres marías, los siete cabritos y otro millón más de estrellas.
Gladys Espíndola, la jefa comunal de Pozo Nuevo, recibe al equipo de Agroindustria muy temprano en la mañana y cuenta que el perforista quiere empezar su trabajo cuanto antes. A unos setecientos metros de la comuna hay un picadero para los caballos que se inicia en un quincho con tinglado en el que se hacen los festejos locales. Hasta un mini festival de doma en mayo. La máquina perforadora está a unos cincuenta metros del final del picadero. El ruido del motor corta el incesante zumbido del monte espinoso. La vegetación de esa zona entre la sierra cordobesa y la llanura chaqueña tiene la belleza más violenta: Los espinas de las ramas de arbustos retorcidos mueven al compás de una briza constante que se va calentado con el trascurrir de la mañana. El monte zumba con insectos, aves y reptiles que parecen querer indicar que nadie debe meterse con ellos. Pero el sonido de la maquinaria tapa todo en ese campo desmontado especialmente para hacer brotar el agua que deberá darle de beber a animales, regar las quintas y los cuadros de alfalfa para vacas y cerdos.




Al norte de Villa el Totoral, sobre la Ruta Nacional 9, los ríos y arroyos empiezan a escasear. A las puertas del monte chaqueño la esperanza habita debajo de la tierra. A medida que la mañana se va haciendo mediodía la temperatura está más cerca de los 40 que de los 30 grados pero los habitantes de Pozo Nuevo no dejan de circular, intentan ver salir el agua debajo de un tala achaparrado o a la escasa sombra que da el camión que transporta una treintena de caños de cinco metros cada uno.
El primer intento trae piedra molida que la excavadora lanza hacia un costado. Y un caño más y otro y otro, llegan a los 40 metros y el polvillo blanco se vuelve rojo ladrillo. Y los obreros envueltos en overol azul empiezan a hacer un surco porque saben que se viene el barro líquido. Y otro caño más y con un balde comienzan a medir a ojo el posible caudal y así siguen… El equipo de comunicación entra y sale de la tráfic. A media mañana ya no hay sombra lo suficientemente larga para aguantar el calor.




Gladys va y viene entre el tinglado donde se agrupan vecinos y una delegación de PAMI que vino a hacer relevamiento de los pedidos de los habitantes de la zona. Ella a su vez preparó todo para que la comuna y los visitantes almuercen a la sombra del tinglado cuando el sol del mediodía acorte tanto la sombra que ya no haya refugio y no quede más opción que siesta e hidratación. Van a tener que correr la máquina de lugar. El primer pozo no dio el resultado esperado con 24 caños a 120 metros de profundidad. Sándwiches, vasos de gaseosa y agua circulan y cada tanto se nota por los comentarios que la ansiedad está ahí.
A media tarde el mástil hidráulico de la perforadora vuelve a ponerse en funcionamiento a diez metros del primer pozo. Gladys, sentada en una silla de plástico sin respaldo soporta la presión y el sol, cada tanto resopla. Pero esa mujer bajita y aguerrida no piensa moverse del rayo del sol. A las siete de la tarde el calor comienza a descender y aún más pobladores de la zona aprovechan que el sol ya no castiga tanto para darse una vuelta por la obra en movimiento.




A las 21:30 el equipo de filmación consiguió todas las imágenes que quería de atardecer: el perforista exhausto y su figura alargada y cabeza gacha se recorta en sol bajo, ese mismo sol filtrándose entre las espinas de los arbustos, chicos, jóvenes y viejo que comentan entre chistes y expresiones de deseo. Mientras tanto, en el tinglado los anfitriones de Pozo Nuevo preparan chivitos y pollos a la parrilla para los trabajadores, el equipo de Agroindustria y los propios vecinos puedan terminar el día juntos.
La parrillada está lista a las 23:00 y Gladys tiene buenas noticias: Entre ambos pozos llegan alrededor de los siete mil metros cúbicos y con eso están en condiciones de darle agua al pueblo y a parte de la producción. Falta llevar el líquido vital a un alto tanque de riego construido de bloques que en otro momento recibió el agua de orificios que ya se secaron. Pero en eso se va a pensar en otro momento, ahora maquinistas, equipo de comunicación, gente de la comuna comen y charlan. Se viene el chamamé, el paso doble y la samba que tocan un trio de guitarras y acordeón. Valió la pena.
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